Llegamos a Córdoba Capital por casualidad un día de semana a
las diez de la noche. Íbamos a un pueblo cercano, pero el colectivo que nos
llevaba se rompió dejándonos varados en pleno camino por las Altas Cumbres. Lo
único que accedió a subirnos con nuestras mochilotas iba a esta gran ciudad, y
no quedó más opción que aceptar el desvío de destino.
Obviamente no teníamos hospedaje consultado cuando llegamos.
Entonces, sacamos la netbook, que siempre nos acompaña, y gracias a wi-fi de la
nueva (y muy enorme) terminal de ómnibus cordobesa empezamos a buscar hostel.
Después de algunas llamadas localizamos al más barato y fuimos en taxi.
Cuando llegamos notamos que no era un hostel convencional,
sino más bien una casa “con onda” bastante alejada del centro, donde vivían
muchos estudiantes de toda Latinoamérica (muchos, realmente). Nada de eso era
un problema muy grave, a menos que se le sumaran los 35° de calor y el 90% de
humedad típicos de Córdoba Capital y la ausencia de todo medio de circulación
de aire. Antes de irnos a dormir incautamos el único turbo de toda la casa
(tamaño industrial y generador de un
ruido proporcional) en nuestro cuarto.
A la tarde siguiente, en medio de una típica tormenta
tropical de verano, huimos a un hostel céntrico con turbito legal. En mi paso
fugaz por la casa latina saqué estas fotos.
1 comentario:
Tus fotos y tus miradas son espectaculares, besos mil
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