¡Deliciosas fantasías! Pero los hechos resultaron ser mucho más interesantes. Un buen día un desconocido de piel morena visitó el consultorio. Se presentó en inglés balbuceante. Era de Pala, y Su Alteza, el rajá, le había ordenado que buscase y trajese consigo a un hábil cirujano de Occidente. La recompensa sería principesca. Principesca, insistió. El doctor Andrew aceptó en el acto la invitación. En parte, por supuesto, por el dinero; pero principalmente porque estaba aburrido, porque necesitaba un cambio, necesitaba saborear la aventura. Un viaje a la Isla Prohibida: la tentación era irresistible.
La Isla,
Aldous Huxley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario